Los chilenos hemos vivido meses de incertidumbre, de miedo y angustia. Luego de una crisis social inédita en nuestra historia reciente se ha sumado una pandemia que ya ha costado más de 12 mil vidas y más de dos millones de empleos, además de mantenernos confinados largo tiempo.
Las razones de la crisis sociopolítica que vivimos son profundas: hay injusticias acumuladas, expectativas incumplidas, sobrendeudamiento y una gran desconfianza hacia todas las instituciones. A ello se ha sumado un gobierno incapaz de entender el momento que vive la sociedad chilena y la naturaleza de la crisis que tiene enfrente. Después de su lamentable manejo del estallido social, el gobierno sucumbió a la ansiedad de recuperar terreno a través de atajos, apuros y ansiedades en la gestión de la crisis sanitaria y como resultado sólo agravó los efectos de ésta. Su estrategia económica y sanitaria fracasaron rotundamente llevando a Chile a un estado de incertidumbre que el país no vivía desde 1982, o quizás desde 1929.
Ningún análisis puede omitir el complejo del momento social y familiar que están viviendo millones de chilenos y chilenas, cesantes o sin capacidad de llevar el sustento básico a sus hogares. Muchos han visto cambiar radicalmente su realidad y temen que sus años de esfuerzo se conviertan en humo en pocos meses.
La discusión del retiro del 10% de los ahorros previsionales se da en ese contexto. La combinación de la incertidumbre extrema que vive la población producto de la pandemia y el malestar acumulado ante las AFP, como símbolo del abuso, han hecho de esta idea una demanda ampliamente sentida y exasperada. Sin importar los juicios críticos que se han expresado ante esta medida desde todos los sectores políticos, la presión ciudadana para que se concrete no ha parado de crecer.
Pese a la urgencia y la crispación, es necesario no pasar por alto el tono que ha tomado el debate en estos días. Estamos entrando en una etapa de muchas definiciones. Después de décadas en que había temas intocables, ahora se despliega una agenda de materias en que tomaremos decisiones fundamentales en los próximos años, partiendo por un nuevo sistema previsional y una nueva Constitución.
Si no somos capaces de conducir esas discusiones con argumentos, con respeto, sin intimidar las opiniones distintas, el resultado será pobre en nuestras conclusiones y, peor aún, generaremos un clima propicio para que los conservadores de siempre se valgan del miedo para clausurar el debate.
Necesitamos aprender a ser firmes con las ideas y suaves con las personas. Se puede, es necesario. Es imprescindible serenar y dar cordura a los argumentos en lugar de competir por el calibre de las descalificaciones. Necesitamos buscar entendimientos que permitan no repetir los errores cometidos históricamente en la forma de configurar nuestros textos constitucionales: siempre con un bando poniéndole el pie encima al otro. Se requiere una pasión tranquila, fuerza en las ideas, debate sin estridencias ni amenazas. Escuchar y exigir ser escuchados. Aprender a hacerlo más que nunca.
El nuevo pacto social se construye entre todos.
A 100 días del plebiscito que dará inicio al proceso constituyente, cada uno de nosotros necesita preguntarse cómo contribuirá para que todas las voces sean escuchadas y las ideas que ganen sean esas que logren convencer y convocar, no las que excluyen, las que asustan o las que hacen callar.
Imagen: Obra de la pintora chilena Gracia Barrios