Son muchos los ámbitos en los cuales el mercado campea sin sustitutos razonables. Para una enormidad de productos, la competencia te entregará la relación precio-calidad que se ajusta a tus expectativas y posibilidades. La competencia ha provocado algunas de las innovaciones más notables que sostienen, por ejemplo, la cuarta revolución industrial en la que nos estamos sumergiendo. Pero cuando hablamos de una pandemia como el coronavirus, no existe sustituto para el buen gobierno y para un buen sistema público de salud.
Años atrás, enfrentados a los peores momentos del VIH en Africa, pudimos contemplar esta relación estado-mercado en su máxima expresión. Mientras las empresas farmacéuticas defendían sus patentes, cobrando cifras inalcanzables por medicamentos efectivos para la lucha contra el VIH, la debilidad de gobiernos e instituciones volvía prácticamente imposible entregar la atención continua y sistemática que los pacientes requerían.
En Chile no fueron las clínicas privadas, que siempre han existido, ni mucho menos las isapres, quienes nos permitieron alcanzar los indicadores promedio de salud que hoy detentamos. Con todas sus insuficiencias, fue el sistema público de salud el que instaló las medidas preventivas y de atención que hicieron retroceder dramáticamente la mortalidad materno infantil y permitieron elevar significativamente nuestra expectativa de vida.
El coronavirus nos enfrenta nuevamente a estos dilemas. Basta ver cómo se han disparado al alza los precios de mascarillas y alcohol gel en Europa y Estados Unidos.
Pero lo que es peor, el coronavirus llegará a un país cuyo sistema de salud ha sido debilitado por la lógica de mercado.
La compra de prestaciones en el sector privado, por ejemplo, un mecanismo de “último recurso” para dar atenciones que el sector público no podía brindar y que eran necesarias, terminó engordando las arcas de múltiples clínicas y desincentivando la instalación de capacidades en el sistema público.
La debilidad de la regulación y el desinterés de la autoridad han permitido una explosión en los precios de los medicamentos difícil de explicar y menos aún de justificar. Atraídos por condiciones muy superiores en el mundo privado, las especialidades médicas son una rareza en el sistema público de salud.
Este “desvío mercantil” ha hecho también que nuestros legisladores y autoridades de gobierno discutan una y otra vez sobre el futuro de las Isapre, abandonando la discusión sobre el seguro público de salud aun cuando estas den cobertura sólo a una minoría de la población,
Evitar la propagación acelerada del coronavirus y el colapso de las capacidades nacionales de atención requerirá de decisiones políticas y públicas prontas y centralizadas. Responder con efectividad requerirá del despliegue de todas las capacidades públicas, incluyendo a los servicios sanitarios de las fuerzas armadas y de orden público. Pero en el mediano plazo esta es una oportunidad para volver nuestros ojos nuevamente sobre el sistema público de salud y sobre la tarea pendiente de hacer de éste el pilar que garantiza y protege la salud de todas las chilenas y chilenos.