Queda poco para el primer aniversario –sin nada que celebrar- desde el anuncio del establecimiento del toque de queda en todo Chile producto de la pandemia Covid-19. Por eso, naturalmente es justo preguntarnos si es racional mantener una restricción de este tipo por tanto tiempo.
El toque de queda es una medida que nunca ha tenido mucho sentido para el control de la pandemia y su aplicación ha dejado de ser necesaria y proporcional en muchas zonas del país, pero ¿alguna vez tuvo fundamento científico como medida sanitaria?
Partiendo de la base que no existe ninguna medición ni estudio científico que indique que el virus se propaga más durante la noche que durante el día y que los niveles de movilidad nocturnos disminuyen bastante en relación a los niveles de movilidad diurnos ¿qué intención se oculta tras el toque de queda?
Ya no caben dudas que el toque de queda no tiene una finalidad sanitaria sino que estrictamente una finalidad política que es restringir el ejercicio de libertades civiles con el objeto de poder controlar a las comunidades de los diversos territorios durante todo el proceso constituyente que estamos viviendo de manera inédita en la historia de Chile.
De otra forma ¿qué explica que durante el día todo el país funcione prácticamente en una situación de normalidad? Playas prácticamente llenas y sin distanciamiento físico, centros comerciales abiertos, fiestas en Cachagua a plena luz del día, reuniones de todo tipo sin respetar aforos, nos indican que esta no es una cuestión de día vesus noche: el toque de queda es una cuestión de control social y de restricción de derechos humanos la que apuntaría a mantener vivo un atisbo autoritario y, eventualmente, poder obstaculizar manifestaciones y conflictos que se puedan ir generando a medida que se desarrolle el debate constituyente.
Ahora bien cabe preguntarse, ¿por qué casi ningún sector político, a excepción del diputado Pablo Vidal, se ha opuesto firmemente a esta medida? La respuesta a esta pregunta tiene dos posibles respuestas: o la estamos naturalizando como sociedad, lo cual es sumamente preocupante, o derechamente la clases política de manera transversal tienen un temor infundado a las consecuencias mediáticas de lo que pueda generar el oponerse a esta medida.
En un Estado democrático de Derecho, coartar libertades no es natural, al contrario, este tipo de medidas restrictivas y autoritarias se oponen al sistema democrático desde una perspectiva de derechos humanos, ya que facilita la comisión de vulneraciones a dichos derechos por parte de agentes del Estado.
Por otro lado, en Viña del Mar y en Valparaíso, ciudades en las que me muevo día a día, es evidente los graves daños que la pandemia ha provocado al comercio y al turismo. Poner fin al toque de queda, manteniendo las medidas de prevención, cuidado y distanciamiento, permitiría dar el oxígeno necesario a los golpeados comerciantes locales.
Sin duda el toque de queda es una medida inconsistente, al igual que lo fueron las cuarentenas dinámicas, y no se entiende que se haya perpetuado durante todo este tiempo, sin existir ningún tipo de argumento razonable que haya sido esgrimido por los Ministerios de Salud y Defensa para mantener su implementación.
El Gobierno tiene que poner el foco en profundizar las estrategias de testeo, trazabilidad y aislamientos, además del fortalecimiento de la atención primaria de salud, en vez de seguir manteniendo una medida abusiva que coarta el ejercicio de las libertades.
George Orwell en su novela 1984 describía un futuro distópico, en que la población vivía absolutamente controlada por el Gobierno, siempre siendo observados y manipulados, siendo lo más importante mantenerlos en un estado de continuo miedo y en un estado de interminable emergencia nacional, justificando cualquier abuso de las autoridades.
El toque de queda es un mecanismo que nos pretende controlar mediante el miedo. Pero no nos ganará el toque de queda, porque ya demostramos que no tenemos miedo.