Las buenas novelas policiales tienen la gracia de desplegar frente a nosotros la violencia, la miseria y la fragilidad que acompañan nuestra existencia, a la vez que nos muestran las luces sin las cuales la naturaleza humana sería igualmente incomprensible. La última novela de Javier Cercas, Terra Alta, cumple con ese desafío.
Cercas nos guía por el breve pero intenso recorrido de la vida de Melchor Marín, barcelonés de nacimiento, cuyo pasado trágico y violento lo conduce a su destino como policía en una sub comisaría en la Terra Alta, una comarca de la provincia de Tarragona, al sur de Barcelona. La zona, nos dice el autor, es recordada por la batalla más cruenta de la guerra civil española, la batalla del Ebro, en la cual perdieron la vida unos 20 mil combatientes y quedaron heridos 30 mil más, y en la que se definió el resultado de la guerra. Agreguemos nosotros, para hacer justicia a esa tierra, que ella es también conocida por la calidad y gran cuerpo de sus vinos blancos.
Pero en fin, no son los vinos sino la batalla del Ebro, el entorno que contribuirá a explicar los crímenes con que se inicia la novela y los actos de violencia subsiguientes. Naturales, como nos dirá Olga, la esposa del protagonista, en una región donde “las heridas de verdad son las otras. Las que nadie ve. Las que la gente lleva en secreto.” Las que ochenta años después de finalizada la guerra siguen explicando una parte importante de las relaciones humanas.
En la Terra Alta, Marín encontrará su redención, pero también a los demonios que lo han atormentado toda la vida. En ese paisaje donde parece que nunca ocurre nada, el admirador incondicional de Javert, el policía violento e incorruptible de “Los Miserables”, se enfrentará a los mismos dilemas que éste. ¿Cuál es el momento en el que la búsqueda intransigente por hacer cumplir la ley pierde sentido? ¿Hay circunstancias en las que el deseo de justicia puede ceder paso ante la necesidad de seguir adelante? ¿Puede ser la violencia una condición y no un obstáculo para la justicia?
Javert y Jean Valjean, los personajes principales de obra inolvidable de Victor Hugo, se encuentran al interior del propio Marín. El mismo Victor Hugo lo había profetizado: “Hay un punto en que los desgraciados y los infames se mezclan y se confunden en una palabra, palabra fatal, los miserables; ¿de quién será la culpa?. “
Dice Melchor Marín, aprendizaje de su atormentada juventud, que una buena novela la hacen en partes iguales el autor y el lector. Pienso que es así. Terra Alta no es “Los Miserables” y Melchor Marín está lejos todavía de Salvo Montalbano y Kurt Wallander, por pensar en dos “grandes”, pero la historia es entretenida, está bien escrita y deja al lector con las ganas de encontrarse nuevamente con el protagonista.
¿Qué más se puede pedir?